Por Mauricio Caviedes
A Libia, Pablo, Pablito y a quienes conocieron de cerca o de lejos a Graciela Bolaños.
Graciela es la persona más generosa que he conocido. Era una mujer menuda y vestía siempre piezas artesanales coloridas. Daba la impresión de estar siempre distraída, pero en realidad su mente siempre estaba concentrada en resolver los problemas del momento. La apariencia de distracción se debía a que tenía tantos asuntos urgentes en la cabeza y se esforzaba constantemente por resolver tantos cuantos le fuesen posibles. Y a pesar de su pequeñez corporal y de su aparente despiste, ayudó a construir una de las organizaciones sociales más grande y más fuertes de este país. Posiblemente, más grande y más fuerte que muchas organizaciones y movimientos sociales en otros países.
Quien la conocía por primera vez podría haberse asombrado también de que ella fuera una de las personas más valientes que ha existido. Y podría haberse asombrado de que su vida, dedicada al movimiento indígena, hubiese estado llena de peligros y dificultades inimaginables para la mayoría de nosotros.
A quien la conocía por primera vez podría asombrarle que Graciela fuese una de las personas más valientes que han existido, justamente por tener que afrontar los peligros y las dificultades de una época difícil, participando en la lucha por la libertad, la igualdad, la justicia histórica de los pueblos indígenas, las comunidades campesinas y muchos otros sectores sociales. En contraste con su cuerpo menudo, Graciela era una mujer monumental.
Pero lo más asombroso de Graciela Bolaños es que, a pesar de haber sufrido tristezas inmensas, haber enfrentado miedos gigantescos, haber experimentado dolores inimaginables, tenía la capacidad de reírse de problemas que acongojan y paralizan a la mayoría de las personas. Para Graciela, esos problemas eran trivialidades de la vida cotidiana.
Estoy feliz de haberla conocido y espero que su familia y sus más cercanos no se incomoden si escribo aquí que ella se convirtió en una parte importante de mi vida. Creo que no lo harán, porque Graciela fue, por encima de todo, la persona más generosa que existe. Graciela me enseñó a conocer y me estimuló a tratar de entender la vida indígena del suroccidente colombiano. Sin ella, mi vida habría sido totalmente diferente. Como a muchos otros jóvenes y no tan jóvenes, nos recibió en su casa, sólo por el hecho de tener curiosidad hacia el movimiento social, la vida indígena y campesina y la educación. Compartió con nosotros o nosotras su casa y su comida sin el menor reparo, sólo porque le entusiasmaba la posibilidad de enseñarnos de su experiencia con el movimiento indígena, con el CRIC y con la educación propia.
Pero, sobre todo, fue generosa con su conocimiento. Tan generosa, que a veces la escuché decir cosas que me parecieron asombrosas y creí que eran imposibles o descabelladas, sólo para darme cuenta de que eran totalmente ciertas, después de varios años. Su conocimiento sobre la educación y su dedicación al movimiento indígena fueron inspiradores para muchos de quienes hoy nos dedicamos a educar. Su generosidad con nosotros y nosotras tampoco tuvo límites. Y quienes la conocimos sabemos que Graciela está muy por encima de grandes pensadores de la educación en América Latina. Pero ella educaba allí donde realmente hacía falta.
Y por eso también, llevaba la ventaja. A muchos nos enseñó mucho más de lo que todos los grandes intelectuales universitarios juntos podrían enseñarnos. La dedicación de Graciela también juntó a muchas personas, las acercó y creó amistades indisolubles. En pocas palabras, la vida pasional de Graciela irradió pasión hacia la vida de otras personas. Inspiró a otras personas. Creó una red de amistades, ayudó a consolidar un gran movimiento político popular y educó a cientos de miles de niños y niñas indígenas, campesinas, estudiantes universitarios.
Con la muerte de aquellos a quienes amamos siempre tenemos la necesidad de buscar cosas que nos hayan dejado, para saber que su vida hace parte de la nuestra, porque eso que hicieron sigue creciendo y existiendo junto a nosotros. Pero con Graciela Bolaños no hará falta buscar mucho, porque ella ayudó a crear un movimiento popular inmenso, de cientos de miles de personas, ayudó a crear universidades, formar docentes y líderes. Eso hace que Graciela Bolaños sea una persona inolvidable.
Abrazos a Libia, Pablo y Pablito y a todos quienes acompañaron a Graciela a hacer lo que le
gustaba.
Mauricio Caviedes.
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